19/6/14

EL JUEGO BONITO

Al inventor del fútbol habría que erigirle un monumento que se viera desde los cuatro puntos cardinales y todos los continentes, porque tal vez ningún otro fenómeno sociológico refleja con tanta fidelidad el estrambote que subyace en la condición humana.

Sabemos que el fútbol moderno es originario de las islas británicas, aunque nadie con un mínimo conocimiento en los avatares históricos puede desdeñar la notable influencia ejercida por los juegos circenses de la antigua Roma, con ese Coliseo lleno de gargantas que pedían más sangre y ese pulgarcito del César de turno decidiendo el destino de los gladiadores esclavos.

Desde finales del siglo XIX -cuando se establecieron las primeras reglas del fútbol- hasta nuestros días –en que han sido adoptadas las tecnologías punteras parta evitar la injusticia del “gol fantasma”-, este deporte de estrellas que, por lo general, no saben hablar, se ha transformado en una cuasi-religión definitivamente compartida por todas las razas y países. 

No hay manifestación deportiva más universal que al mismo tiempo avive mayor festividad nacionalista. No hay otra filosofía más extendida por el orbe porque todo parlante sabe de fútbol y opina. No hay actividad privada legalizada que genere más lucro opaco. Todo buen papá anhela que su hijo alcance la gloria del firmamento futbolístico y le quite de trabajar. El fútbol de élite mueve millones y hay que ser estúpido si no se desea una porción de la tarta.

Dicen los expertos que el fútbol ha perdido romanticismo. Es posible que así sea. Es posible que haya sacrificado su inocencia en la pugna por adaptarse a cada momento histórico, hasta llegar a nuestros días, la era tecnocrática, del mercado global, de la austeridad forzosa y de la multiplicidad de los mass-media. Pero también es posible que el fútbol conserve el infantilismo de sus albores y que seamos  algunos los que hayamos crecido para gritar con verdadera pasión solo uno de cada diez goles. Al fin y al cabo, nada nos libra de madrugar y no merece la pena amargarse la existencia si el campeonato lo ganaron otros.




   


No hay comentarios: