5/6/13

FROMM, EL VISIONARIO

Un libro puede cambiar vidas. En 1968 el psicoanalista alemán Erich Fromm publicó uno de título sugestivo, como todos los suyos: “La revolución de la esperanza”. La obra fue escrita a propósito de su apoyo a la nominación del senador demócrata Eugene McCarthy en la disputa electoral contra Richard Nixon, quien finalmente ganó las elecciones y se convirtió en presidente de los EE.UU.

Pero más allá de la implicación explícita de Erich Fromm frente a la intervención militar en Vietnam, la Guerra Fría, la amenaza permanente del holocausto nuclear y el comunismo recalcitrante que practicaba la extinta Unión Soviética –“capitalismo de Estado”, le llamaba con atinado criterio-, el libro nos deja un aroma a cruda, crudísima, premonición. Tanto, que parece describir el tiempo presente, nuestra actualidad más cercana y gris.

Un ejercicio intelectual de esta envergadura sólo pueden hacerlo unos cuantos elegidos, precisamente aquellos que pusieron la investigación de la psique (“alma”, en griego) en el núcleo gravitatorio de la historia y sus convulsiones cíclicas.

Para comprobarlo, basta transcribir un párrafo. Por ejemplo: “No marchamos rumbo a un mayor individualismo, sino que estamos convirtiéndonos en una civilización de masas manipuladas cada vez a escala más grande. Un número relativamente reducido de gigantescas empresas ha venido a ser el centro de la máquina económica y la dominará totalmente en un futuro no muy distante. La alianza entre las empresas privadas y el gobierno es cada vez más estrecha al grado que nunca ambos miembros de esta alianza han sido menos discernibles. El año 2000 puede no ser la culminación rotunda y feliz de un periodo en que el ser humano luchó por la libertad y la felicidad, sino el principio de una era en la que el hombre cese de ser humano y se transforme en una máquina sin sentimientos y sin ideas.”

Fromm murió en 1980, tras varios infartos. Empezó abrazando las tesis de Freud, pero pronto se dio cuenta de que el psicoanálisis ortodoxo era insuficiente para explicar la crueldad de la que es capaz el ser humano y las enfermedades mentales que trastornan su conducta.

Su gran aportación a las ciencias humanas fue aunar las tesis del psiquiatra vienés con las de Karl Marx. Mezcló agua con aceite. Y era lógico que lo hiciera: Freud quería liberar al ser humano de su prisión interior; Marx, de la prisión social, económica y política (cultural, en suma) en la que todo ser humano debe desarrollarse desde que nace.

En la ingente obra científica de Fromm, fruto de la experiencia directa con pacientes aquejados de neurosis (por cierto, no se asusten: la condición humana hunde sus raíces en la neurosis) y de sus extraordinarias dotes como observador de la realidad capitalista, resulta tarea ardua destacar un libro por encima de otro. Pero sin duda “La revolución de la esperanza” ocupa por derecho propio un lugar singular.

“Nos encontramos ante una encrucijada”, escribió en el prólogo. “Un camino nos lleva hacia una sociedad completamente mecanizada, donde el ser humano será el desvalido diente del engranaje; el otro camino conduce a un renacimiento del humanismo, a una sociedad que ponga la técnica al servicio del bienestar del hombre.” No se equivocaba.    


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