Hace tiempo que vengo notando que
algo raro le sucede a mi pensamiento. De mi mente, incluso de mi memoria, están
borrándose las ideologías. En el vacío resultante aparecen ideas embrionarias,
imperfectas, probablemente erradas. Pero podría decirse que soy un poco más
libre. También más temeroso y más consciente de que el temor proviene de haber
averiguado el lugar donde se cuecen los peligros.
Cada semana, al anochecer, tomo
asiento frente a la pantalla luminosa de la computadora y escribo estás líneas.
En la tarea, toda la realidad abrumadora se confabula contra mi serenidad. Y,
entonces, la blanquecina irradiación del monitor contrasta con tantos fuegos y
espinas, con tanto asunto “turbio”, un adjetivo que hoy ha utilizado un
compañero de trabajo, letrado y funcionario como yo, mientras comentábamos un
caso y las sentencias dictadas al respecto. La palabra se ha quedado grabada en
alguna parte de mi psique, recobrando ahora su virulencia.
Turbios son los tiempos. Y
turbios los parlamentos de esta democracia nuestra que agoniza. El otro día
alguien argumentaba que las organizaciones sociales (partidos políticos entre
ellas) no son las personas que las conforman y desempeñan puestos de
responsabilidad pública. Discrepo radicalmente. ¿Acaso un hospital, por ejemplo,
no depende de la ejecutoria de sus miembros? Las organizaciones son productos
culturales y está ciego quien no ve que, como las personas, mueren si no se
adaptan. Si no son honestas.
Turbio es el parlamento de esta
Andalucía maltratada de señoritos y catavinos; esta Andalucía de nuevos amos
por decisión popular y de un pueblo invertebrado que se ha dejado domesticar.
¿Ilusiones perdidas? Digámoslo sin rodeos: no están perdidas; están deshechas.
Ciento nueve escaños componen el
hemiciclo regional repartidos entre IU, PSOE y PP. Me temo que los ocupan
ciento nueve egoístas. ¿Y a qué se debe tanto egoísmo reunido? ¿Falta de escrúpulos? ¿Des-cerebramiento?
¿Golfería? ¿Neurosis extrema? ¿Psicopatía aguda? No. Es más simple: política
acaparada por ineptos de diferente condición, pero muy sagaces todos con su
intachable carnet de militante.
Porque provoca estupor, vergüenza
y abatimiento que el parlamento andaluz, con los votos favorables de los
diputados socialistas, haya decidido recuperar las pagas extras para sus
señorías mientras los empleados públicos no paran de sufrir recortes
salariales. Hay organizaciones que fermentan en su propia excrecencia. No permiten
otra alternativa racional que marcharse y evitar el contagio.
Lo de “marcharse” es una metáfora,
claro está. Aún sigo aquí, como tantos otros, observando, padeciendo,
combatiendo en lo que puedo esta realidad transeúnte plena de acertijos y con
todas las respuestas a nuestra disposición: el egoísmo humano es el adversario
y sus raíces también crecen en las izquierdas.
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