15/4/13

ARDE LA BOCA


Una voz inquiere respuestas y no calla.
En algún lugar, con palabras de acero,
la incertidumbre está escrita.

Júralo, me digo.
Y entonces, juro.

Ignoro si el hambre de presencias,
la química hecha cuerpo
o la metáfora no nacida
fueron el ardid que abrió en mi tiempo
el hueco donde, de repente,
hallarte dormida y osar mecerte.

Lo juro: arde la piel que al punzón
se dio para grabar lealtades,
quiebro y llaga que a esta edad te unen
como la escarcha al fuego.

Porque la fría escarcha
arde y se consume
como las heridas de las estatuas:
perennes, ennegrecidas.

Arde el cristal, lo juro vida mía.
He visto esa llama líquida
con la luz que tus ojos me dieron.

Arde el papel en blanco y el silencio arde,
y en letras se transforman.
Nací para vivir entre pentagramas,
donde la melodía siempre sea
una nana sin agujas, cordeles de seda,
urdimbre de paz estremecida. 

Arde la boca, la humedad no sacia.
Los labios no se apagan.

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