13/11/12

SECAS LAS PALABRAS



A veces se secan las palabras. Porque uno está cansado. Porque nos damos cuenta de que la vida no es como nos contaron, tampoco como habíamos imaginado. Y la realidad, tras un balance inicial desfavorable, terminó imponiéndose con todas sus aristas.

Es en la realidad donde respiramos cada día. Es ahí, en ese espacio del presente que también se forma de herencia recibida, donde viven tu familia impuesta y la elegida, los amigos que se fueron o dejaste marchar, la pareja que estás a punto de romper, o de sufrir su ruptura, para volver a amar. Es ahí donde tu vecino pasa hambre o es más afortunado que tú, pero en el fondo igual de solitario en este mundo poblado de presencias tan semejantes. Es ahí donde el gobernante lo intenta, pero no puede transformar el poder en fuente de auténtica riqueza universal. Es ahí donde, de su mano, se mantiene la miseria. Es ahí, a golpe seco de palabras que describen hechos horribles y milagrosos, donde evolucionamos los humanos.

Trazar una línea divisoria diáfana que nos permita distinguir entre realidad y ficción es tarea tan ardua como necesaria. El arte, producto más acabado de proyectar otra realidad a partir de la que vivimos, no oculta, más bien enseña, que nunca logra su objetivo radical: escapar de la prisión de lo real. No oculta que este esfuerzo resulta titánico, porque hacemos arte tomando siempre como referencia a la realidad, aunque no seamos conscientes de esta limitación. En el proceso todos hemos recibido, alguna vez, una herida profunda, por sorpresa, provocada por nuestra musa particular. Todos, alguna vez, hemos dado muerte a la inspiración. Y cuánto nos duele y arrepentimos más tarde.

Se secan las palabras porque a veces es mejor callar. Porque otras prioridades nos reclaman imperiosamente. Porque tanto ruido de palabras nos agota y desvía del camino sin borrar un poco la senda de nuestras preocupaciones. 

Ignoro cuál será el desenlace de esta realidad de hoy. Los que caminamos a pie padecemos déficit de información, factor imprescindible para vaticinar el futuro, y no porque no se difundan noticias veraces, sino más bien porque la veracidad dura apenas un instante. Vivimos tan vertiginosamente, tan medrosos, tan atrapados en indicadores macroeconómicos, en discursos políticos y en sus traducciones periodísticas, que el pensamiento apenas se recoge, apenas se riega por dentro. Y se secan las palabras.

Pensamiento y acción: mediante su combinación los seres humanos construimos la realidad, aunque invoquemos el nombre secreto de dios, de cualquier dios. Somos los responsables de las tiranías, el oprobio y la mendacidad. Somos esas criaturas tan singulares que antes de conocer al otro tal cual es, y respetarlo, nos pusimos a construir máquinas sofisticadas que surcan el universo. Se diría que nos mueve la termodinámica en lugar de la solidaridad. Somos animales yendo a lo grande. Y, vualá, nos hemos dado de bruces con el muro imponente de la realidad que nosotros mismos hemos creado.

Se secan las palabras. Porque esto no es el crack de 1929, aunque gota a gota se le va pareciendo. Y sin embargo, abrigo cierto optimismo. La gente a la que quiero sigue ahí, en esta vida compartida tan llenita de lo real. La gente tenemos nuestros momentos de paz. Hay que escarbar mucho, pero se encuentran. 

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