11/9/12

GRITOS



Grito del ateo doliente: “Díos mío, he de soportar la realidad. Desaparece del temeroso imaginario en que te implanté y déjame comprender que necesito mi conciencia porque soy yo, criatura débil cargada de defectos, quien existe. Déjame proclamar que me entiendo mejor con aquellos creyentes que no fabrican látigos en defensa de su fe. Déjame rezarte en tus templos para asumir con dolor que debo aprender de ellos.”

Grito del político consumado ante la militancia durante un mitin electoral: “Os amo, votadme, amadme. Porque propiciáis que no me desprenda de mi anhelado disfraz.”

Grito de la muchedumbre mitinera y expectante ante la solución mágica: lo siento, aquí no hay grito que valga. Hay aplausos y exaltación colectiva. Pura idolatría y marketing.

Grito del arrepentido: “Sobre todo, soy un irresponsable, un inconsciente, un temerario.”

Grito del neurótico que, a poquitos, va sanándose: “Mi vida emocional se construyó sobre una gran mentira. Ahora debo duelar el tiempo irrecuperable para no engañarme más, y poder dar y recibir autenticidad.”   

Grito del psicoanalista cuando termina la sesión y reposa en su diván particular: “Este paciente tan inmaduro me tiene hasta los cojones.”

Grito del objetivista radical: “El mundo es ciencia y la ciencia, una disección interminable del mundo.”

Grito del subjetivista ensimismado: “A mi narcisismo le molesta el mundo y las personas que lo habitan. Por eso manipulo.”

Grito del loco en un intenso, fugaz, momento de lucidez: “No perdí la razón. La razón me perdió a mí.”

Grito callado en los bares, en los hogares, en las tertulias, en las calles: “Esto va a reventar.”

Grito del niño: “Aún no entiendo la existencia. Aún no sé lo que me espera. Por eso estoy llorando aunque no vierta lágrimas.”

Grito del adulto: “No puedo creerlo. A mi edad aún necesito llorar como un niño asustado.”

Grito compungido de la mujer maltratada: “Yo no era de nadie. Los correazos duelen menos que haber estado sometida como una esclava. ¿Cómo pude permitirlo?”

Grito horrible del acosador: “Quiero avasallar, quiero destrozar, quiero poseer, quiero envidiar. No quiero ver que me avasallaron y destrozaron y lo estoy pagando con inocentes.”

Grito del terrorista que abandona sus ideales mortíferos: “A mis víctimas los supuse cosas en lugar de seres vivos. Pero su sangre derramada era también mi sangre.”

Grito de la soledad: “A veces estoy tranquila. A veces soy un paréntesis necesario para mi huésped. Pero, al final, él siempre os necesitará.”

Grito del planeta: “Humanos, soy la única morada. Pero me secáis, ensuciáis y explotáis. ¿Estáis locos?”



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