11/7/12

GRIÑÁN, MONTORO Y OTRAS MENTIRAS


Durante el discurso de clausura del reciente congreso regional del PSOE, escucho a Griñán vocear que va a recurrir ante el Tribunal Constitucional las medidas de austeridad impuestas por Rajoy. Y los delegados, enfervorizados, aplaudían. 

Pero el actual presidente de la Junta de Andalucía, en un ejercicio esquizoide merecedor de figurar en los anales, debería primero recurrirse a sí mismo, porque él tampoco da ejemplo. La aplicación con carácter retroactivo de recortes salariales a los empleados públicos de la administración andaluza es tan inconstitucional (y por ende tan inmoral) como los decretazos de Rajoy.

No le queda a la zaga el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, andaluz también, quien, en otro alarde de cinismo, argumenta (utilizar aquí el verbo “argumentar” es pura cortesía) que en España debe subirse el IVA porque hay mucho defraudador. Pues, hombre de dios, elimine usted cargos políticos inútiles y llene el ministerio que dirige de Inspectores de Hacienda.

Me pregunto cuándo se darán cuenta nuestros representantes políticos, sea cual sea la supuesta ideología que propugnan, que en este país hay gente que no es idiota y que, por el contrario, la profunda crisis sistémica que se nos ha venido encima, y la gestión que de ella se realiza por los gobiernos diversos, está generando, poco a poco pero implacablemente, un enorme déficit de confianza de la ciudadanía frente a la política que los dos grandes partidos vienen practicando.

El asunto es mucho más serio de lo que imaginamos. Porque el problema consiste en que el debate político se ha desnaturalizado de tal manera, que nadie es digno de atribuirse méritos en salvaguarda de los intereses generales (las cacareadas “líneas rojas”). Mientras, el cuerpo social, cada vez más asfixiado por el shock a que está siendo sometido, se siente abandonado a su suerte. 

Y esto es peligroso: ahí anida el germen de futuros radicalismos dispuestos a arrojar por el precipicio lo poco que nos queda de democracia auténtica.

La palabra clave, pues, es una y contundente: mentiras. Y cuando alguien miente no sólo falta a la verdad, sino que trata a su interlocutor como si no fuera una persona adulta. Y aquí –siento decirlo- los ciudadanos hemos de asumir nuestra cuota ineludible, porque nos encanta desentendernos de los problemas comunitarios, una conducta reprochable que va desde dejar las playas repletas de mierda, hasta creer que los hospitales públicos, los colegios públicos, los parques públicos, los juzgados y los parques de bomberos, y los funcionarios que trabajan en ellos, llovían del cielo.

Así pues emerge otra palabra clave, tan unida a la mendacidad como los andares sutiles a la cucaracha que se desliza por un montículo de nieve. Esa palabra es irresponsabilidad. No hemos defendido lo público, lo que es de todos, lo que entre todos debemos construir y mantener. Por eso nuestra queja es un lamento merecido en el desierto de la especulación. 

Pero hay una salida. Defendamos la comunidad de una vez. La querella contra Bankia interpuesta por el movimiento 15-M así lo patentiza. Recuerdo que Esperanza Aguirre, la iluminada, les llamaba “perroflautas”. Qué mujer doña Esperanza. A veces me pregunto de dónde le viene tanta rigidez.           
         

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