¿Qué es <el Gobierno para el
pueblo>? Es aquel que pone primero a las personas, no a las cosas. El que ofrece
resistencia frente a los intereses que convierten a los seres humanos en
autómatas o mercancías. Es el que apuesta por una educación que, en lugar de
adoctrinar, enseña a las personas del porvenir los grandes descubrimientos que
la humanidad ha hecho de sí misma preparándolas, no para competir, sino para
cooperar en pos de una vida digna que nos alcance a todos. Es el Gobierno que
con sus prácticas diarias hace pedagogía de la parte más noble, que la tiene,
de la política. ¿Existe ese Gobierno o, en realidad, los movimientos de
protesta patentizan que queda lejos su implementación?
Algunos defenestraron demasiado
pronto lo que en esencia significa el 15-M. Otros se equivocaron al augurar que
era un fenómeno juvenil destinado a desaparecer. Pero, en el fondo, muchos nos
habíamos alegrado de su irrupción en un espacio social que había caído presa
del abotargamiento, el consumismo y la apatía.
El 15-M se explica por sí mismo:
el sistema en que vivimos -una aleación monstruosa de libertades y derechos mal
comprendidos y peor ejercitados, medios tecnológicos de última generación, decaimiento
de la autoridad del Estado y de las organizaciones supra-nacionales ante los
poderes financieros, ausencia casi absoluta de perspectivas laborales y, como
consecuencia, creciente incertidumbre vital-, no puede proseguir durante más
tiempo. Pues, traspasado por la luz de los más elementales principios
democráticos, se pone al descubierto con toda dureza que este sistema no es, en
absoluto, genuina democracia. De ahí arrancan todos los problemas. De esta cruda
realidad se nutrió el 15-M. Y de ahí tendrán que venir las soluciones. O esto
estallará.
El 15-M no sólo reclama que el
capitalismo frene su agresividad sin límite. Además, reclama mejores élites
gobernantes. De hecho, las está gestando. Reclama una forma de vivir y de
convivir humanizada y una profunda revisión de las instituciones vigentes, sean
partidos políticos, sindicatos, corporaciones industriales o parlamentos. Estas
fueron las motivaciones fundamentales que lograron aglutinar a la ciudadanía en
un movimiento espontáneo que ya no puede pasar desapercibido. La gente, en
suma, quiere más democracia, mejor Estado y menos capitalismo irresponsable,
impune y salvaje.
La heterogeneidad de sus grupos
integrantes y de sus reivindicaciones iniciales –que iban desde el
endurecimiento del Código Penal frente a la corrupción y el maltrato de los
animales, hasta la exigencia de que los bares sirvieran comida vegetariana-,
restó practicidad política al movimiento y lo constituyó como fiel reflejo de
una ciudadanía posmoderna que a la indignación unía demandas muy legítimas pero
defectuosamente priorizadas, con el riesgo de que las utopías posibles cayeran en
la pura fantasía.
Sin embargo, el alarmante
retroceso de derechos sociales impuesto por la ideología ultraliberal como única
solución de la crisis que ella misma creó, está resituando al movimiento 15-M
en su verdadera trayectoria y, por eso, ha podido demostrar que aún estaba vivo.
Y seguirá estándolo porque no hemos tocado fondo. Sabremos que hemos llegado al
final cuando las masas sin pan ni futuro se vean forzadas a pasar de la
protesta al asalto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario