La lectura de la sentencia que condena al juez Garzón por intervenir las
conversaciones entre los implicados en la trama Gürtel y sus abogados produce
sensaciones ambivalentes y suscita no pocos interrogantes. El argumento del
Tribunal es claro: en nuestro ordenamiento legal la posibilidad de ordenar la
grabación y escucha de tales conversaciones está limitada a los casos de
terrorismo, mientras que la instrucción que dirigía Garzón se refería a
blanqueo de capitales y tráfico de influencias. Además, ordenó la intervención
fuesen cuales fuesen los abogados de los imputados, por tanto incluyó aquellos
letrados de nuevo nombramiento sobre los que, en principio, no recaían
sospechas de implicación en la trama corrupta.
En lo que concierne a la técnica procesal, se trata de un pronunciamiento
judicial que refleja con todo rigor los hechos probados y que contiene una
amplia argumentación jurídica debidamente razonada. Sin embargo, dos aspectos llaman
poderosamente la atención. Uno de ellos no depende del Tribunal que ha
condenado a Garzón, sino del legislador, pero el otro encuentra su autoría en
los magistrados que han firmado la sentencia condenatoria.
El primero de tales aspectos consiste en haberse desvelado un enorme vacío
legal que el Tribunal Supremo, por más que quiera, no puede llenar y que nos
obliga a plantearnos si es razonable que un Estado de Derecho moderno se
abstenga de contemplar la intervención de las conversaciones entre imputado y
abogado cuando se investigan hechos delictivos de la envergadura de blanqueo de
capitales o tráfico de drogas -por citar unos ejemplos descollantes-
concurriendo serias sospechas de que los letrados forman parte de la
confabulación criminal.
El asunto, sin duda, es muy resbaladizo. La extralimitación de los poderes
conferidos al juez instructor puede vaciar de contenido el derecho
constitucional a un proceso que en todas sus fases salvaguarde el derecho de
los imputados a la legítima defensa. Pero también debemos impedir que los
responsables y de conductas criminales especialmente revestidas de gravedad, y
sus cómplices, puedan librarse del oportuno reproche penal debido a carencias
legislativas. De hecho, al calor del pronunciamiento que ha condenado a Garzón
los abogados de los implicados en la trama Gürtel se han apresurado a solicitar
la nulidad de todas las investigaciones.
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