La crisis y la campaña electoral
estaban eclipsando un asunto cuya gravedad cada vez crece más. Iñaki
Urdargarín, esposo de la infanta Cristina, se ha visto envuelto en un caso de
malversación de fondos públicos, fraude fiscal, falsedad documental y prevaricación,
delitos todos ellos relacionados con su gestión al frente del Instituto Nóos
entre los años 2004 y 2006.
Nóos es una entidad sin ánimo de
lucro fundada en 1999 que hasta 2004, año en que Urdangarín tomó posesión del
cargo de administrador, apenas había demostrado actividad. Pero a partir de
entonces obtiene de los gobiernos autonómicos de Baleares y Valencia,
gobernados por el PP, sendas concesiones para organizar eventos deportivos y
turísticos.
Las operaciones delictivas
investigadas se resumen así: Nóos recibía el dinero público y una parte lo
blanqueaba simulando la contratación de servicios con otras entidades
controladas por Urdargarín y su socio Diego Torres, ya imputado por el juez que
investiga la trama. Esas otras entidades, algunas con conexiones en paraísos
fiscales de El Caribe, emitían facturas contra Nóos por los servicios
(ficticios) prestados. De este modo, el dinero público recibido nunca salía del
radio de acción de Nóos. Por cierto, el tesorero de Nóos en 2006 era un
empleado de estricta confianza de la Casa Real. El sumario ha recibido un
nombre bíblico, “Babel”, y se me ocurre pensar que será debido a la envergadura
de sus ramificaciones
El asunto se destapa en el curso
de otra investigación por corrupción, la operación “Palma Arena”, consistente
en la adjudicación fraudulenta de una obra pública casi faraónica realizada
cuando el popular Jaume Matas, que aparece imputado, presidía el gobierno de
Baleares. Pero ha sido tal su extensión y tiene tanto peso la identidad de uno
de sus implicados, que el juez instructor se ha visto obligado a abrir un
procedimiento específico (en el argot legal, “pieza separada”).
Estos son tiempos tristes. También para la Corona, tal vez el último símbolo de la Transición que en el imaginario popular quedaba a salvo de escándalos financieros, corrupciones y avaricias. Porque es cierto que las investigaciones no se dirigen contra ningún miembro de la realeza, pero afectan de lleno a uno de los miembros de la familia real, que, según las informaciones que vamos conociendo, pronto deberá comparecer ante el juez en calidad de imputado.
¿Qué tendrá el dinero, que no
respeta ni al limpio color azul de una de las últimas estirpes de reyes
existentes en la vieja y confusa Europa? ¿Qué tendrá cuando aquellos a quienes
les sobra no se contentan y quieren más, más y más? ¿Qué maridaje perverso se
germina cuando dinero, poder e influencia se dan la mano? ¿Qué consecuencias
traerá para la estabilidad de la familia real el que un yerno sea imputado por
actividades delictivas tan graves, justo cuando una crisis económica que no
toca fondo está golpeando a millones de ciudadanos?
No soy adivino. Respeto la
presunción de inocencia por convicción y por mi formación de jurista. Y hago
votos por un pronto esclarecimiento de los hechos y por la depuración completa
de responsabilidades. Pero, dios, qué podrido está el sistema.
1 comentario:
Podrido y parece que con olor
por suerte estoy lejos para sentirlo
Un abrazo
Tamally maak
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