5/9/11

LA CONFIANZA

Sólo albergo una esperanza, que tal vez reúna a todas las posibles: la de que esta crisis cultural que se nos ha venido encima –y no por casualidad- sirva para recuperar la confianza.

Pero no me refiero a esa confianza mercantilicia que exigen los movimientos especulativos de las grandes fortunas para poder acrecentarse y que nuestros gobernantes –y aspirantes- retroalimentan. Aludo a la confianza en las cosas pequeñas, en los gestos, en la palabra dada.

Desde hace apenas tres años venimos hablando de la quiebra de bancos de inversión, de la desaparición de empresas intermediarias que negociaban con los títulos hipotecarios concedidos a personas que tenían derecho a un hogar, pero que no podían pagarlo. Venimos hablando de la descreencia en la política, de la anemia del Estado y de las injusticias sociales que estaban larvándose en un sistema de convivencia que es depredador por naturaleza y que, en consecuencia, no es convivencial.

Pero no hablamos de lo que realmente importa: aun antes de que estallaran todos los artificios que sustentaban en el vacío nuestro modo de vivir, ya había quebrado en silencio la confianza como valor en sí mismo, como patrón de conducta.

El capitalismo extremo arrastra a los seres humanos a una espiral de competencia donde lo único que importa es la cuenta de resultados, el beneficio material medido en dinero, que es fuente de poder, que nunca arraiga en ninguna patria. Este vector de comportamiento cotidiano (de empresas, gobiernos y personas) se había infiltrado en nuestras venas como un virus, inculcándonos el deseo sin límite de alcanzar y detentar un ideal de bienestar que, en el fondo, se reduce a una mezcla de narcisismo, publicidad psicologizada, socialización de la escasez y derrota de los valores que trascienden de los intereses puramente individualistas. En consecuencia, la vida, aun a costa de despojar a los demás o de tratarlos como meros instrumentos, se centró en el “tener” en lugar de en el “ser”.

La crisis, sin embargo, está obligándonos a abrir los ojos y a enfrentarnos a la única conclusión certera: en el lodazal en que hemos convertido la existencia resulta imposible que germine la confianza genuina, porque hemos dejado que se construya un mundo donde se desprecia el valor de aquello que en su esencia está desprendido de “valor de mercado”. Una partida de ajedrez, una caricia, una puesta de sol, la sonrisa de un niño no cotizan en bolsa, y sin embargo son manifestaciones de la auténtica riqueza por la que merece la pena luchar.

El libérrimo juego de la oferta y la demanda es el juego menos libre que existe porque al final del proceso conduce a la producción de lo inútil y a la defenestración de las necesidades humanas reales. Por tanto, el libérrimo juego de la oferta y la demanda es a un tiempo excedentario y voraz: acumula productos que se han fabricado para cubrir expectativas ilusorias, condicionadas, y lo hace agotando recursos naturales básicos que no volverán a regenerarse espontáneamente y en poco tiempo. El libérrimo juego de la oferta y la demanda, a la postre, nos lleva a una abundancia repetitiva de lo idéntico camuflada en un escaparate multicolor donde nos muestran variaciones puramente tangenciales. Por lo tanto, tampoco es tan creativo como se piensa. Es estético, sin duda, pero no necesariamente creativo. ¿Quién puede depositar su confianza en un sistema económico basado en estas des-coordenadas? Casi todos lo habíamos hecho. Y hasta ahora no teníamos responsabilidad: era el aire que podíamos respirar.

Pero a partir de la envergadura que ha adquirido la crisis debemos replantearnos el imaginario capitalista en todos los órdenes de la vida, y esta tarea nos fuerza a caminar en una sola dirección: no puede haber confianza natural, no artificiosa, donde sólo hay egotismo. Habrá conveniencia, interés espurio más o menos simulado, pero no confianza.

1 comentario:

Norma Ruiz dijo...

Josè:
una descripciòn del sistema capitalista¡
el mundo vive en un sistema perverso¡
donde los valores èticos son prosaicos y las cotizaciones son ofertas y demandas¡
la confianza se construye a diario en nuestras vidas, las apariencias son humo que axfician y envenenan al alma.
muy buena reflexiòn amigo.
abrazos Argentinos