Quiero el milagro de la paciencia y destronar el ansia.
Quiero la fortuna de la humildad y no la virtud del todopoderoso,
y nunca más preguntarme por el origen misterioso de mis brazos,
ni ver las garras, sino con ellas construir el refugio compartido
y hallar la paz.
No quiero en adelante llamarme el quebrado,
sino que el quiebro del acorde dibuje tu sonrisa y seas danza.
Quiero rozar aquella luz que no vi creciendo
entre tus cabellos negros.
No quiero que la duda me consuma,
ni que el tormento sea mi alimento.
Es el abrigo, la templanza, el llanto sanador cuanto anhelo,
y romper estas amarras tan antiguas,
y armarme de valor para soportar la travesía de la vida.
Canto por dentro que no me asola ninguna ruina,
tan solo el despertar de lo real,
mundo enorme donde lo diminuto cuida del alma.
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