29/5/11

EL COLAPSO DE LA SOCIALDEMOCRACIA

La estrepitosa derrota electoral del PSOE no resiste un análisis que obvie su contexto: la socialdemocracia se desenvuelve hoy en un mundo alzado sobre cuatro fundamentos interdependientes: hiper-capitalismo, hiper-tecnologicismo, hiper-consumo y, como corolario, hiper-individualismo. Falta un quinto, consecuencia de los anteriores: hiper-crisis.
El mercado sin regulación, planetario, voraz, libre pero esquizofrénico, está imponiéndose como único estilo de vida. Se trata del patrón cultural contemporáneo. Todo lo cotidiano se mercantiliza. Preferimos las marcas a erradicar la explotación infantil, el eslógan y la ocurrencia desbancan a las teorías, el dinero compra ideologías y pervierte mentalidades e instituciones desde su médula espinal, el pragmatismo y las ambiciones personales devoran por los pies al esfuerzo común, antaño leit motiv de las voluntades que propugnaban transitar por una senda de progreso sostenible, para no arruinar las vidas de las generaciones venideras.
En esta vorágine, ¿a quién sorprende la debacle electoral de un partido desorientado? Cada vez más, la socialdemocracia se ve compelida a abandonar sus señas de identidad dejándose por el camino el valor intangible que le caracterizaba: la preeminencia de lo público frente a la patología severa que para la estabilidad de las sociedades implican los movimientos especulativos de capital.
Con todo, no es creíble achacar la derrota a la crisis financiera. Zapatero ya lo ha reconocido: la causa se centra en su gestión.¿Ejemplos? Reparto de cheques-bebé sin ningún miramiento y política fiscal errática. Y cuando la crisis fue un relámpago atronador, los planes de estimulación del empleo de la mano de obra excedente de la construcción sembraron de aceras remozadas hasta el último municipio, en lugar de dirigir los recursos a infraestructuras prioritarias y a la transformación del modelo productivo.
En estas condiciones, ¿qué futuro aguarda al ideal socialdemócrata que el PSOE se afana en proclamar? Lo ignoro, pero presumo que no será halagüeño en tanto no lleve a efecto un profundo debate de ideas, no de personas ni de aspirantes a cargos. Hay que empezar constatando que el ciudadano medio ya no actúa por fidelidad emocional a unas siglas. No es de izquierdas ni de derechas. Es volátil, como corresponde al signo de estos tiempos en que impera más la ansiedad ante un futuro incierto y la exigencia de honestidad eficiente, que la adscripción razonada a consignas partidistas devaluadas por el descrédito.
Este rasgo del electorado actual se hace patente si atendemos al trasvase de sufragios producido con similares cuotas de participación en comparación con citas electorales anteriores. Pero también debe subrayarse la cifra récord de un millón de votos nulos o en blanco, indicativa de una decepción creciente con el sistema en sí. ¿Conclusión? Ignorar que el ciudadano medio sobrevive en la incertidumbre y que, en compensación, reclama el dominio soberano sobre su voto, equivale a una ceguera comparable a empeñarse en vivir de la política sin pagar un precio elevado si se erosiona la confianza, se actúa por soberbia o se adoptan decisiones netamente erróneas.
No hay otro dibujo: el PSOE ha perdido el barrio, el distrito urbano. Ha perdido a los pensionistas, funcionarios y desempleados. Y sobre todo, ha perdido discurso cultural y político. Es, hoy día, un partido reconcentrado en sí mismo, partícipe y protagónico de un sistema desintegrador que expulsa a estratos sociales de diferente significación y que, no obstante sus particularidades, se unen en torno a la desafección compartida. Así, las reivindicaciones del movimiento 15-M, tan razonables como necesarias, y pese al riesgo de dispersión, han encontrado su catalizador no en un líder de carne y hueso, sino en algo tan incorpóreo como las redes sociales. ¿La razón? Son canales de permanente comunicación directa que no se hallan en los partidos políticos, ni siquiera en los de izquierda.

1 comentario:

ojedaalgeciras dijo...

Efectivamente se retuerce la socialdemocracia tras la importante herida infligida recientemente. Aquellos barros trajeron estos lodos. La progresiva derechización del partido socialista obrero español cuyo corolario están siendo las medidas adoptadas para calmar a los mercados ha culminado con la pérdida de credibilidad entre las clases que tradicionalmente compusieron las bases sociológicas de la izquierda. En las recientes elecciones locales hemos visto como en barrios obreros el partido popular ha triplicado en votos al psoe. Nunca tuvo menos sentido la o de obrero como en la actualidad. El obrero actual es hijo del hiper-consumo y efectivamente puede volatilizar su voto hacia opciones conservadoras, sobre todo cuando observa que la izquierda actual adopta medidas que suponen la pérdida de derechos sociolaborales que presumía adquiridos. En este contexto el debate sobre el futuro de la socialdemocracia es de índole ideológica y se sitúa en las antípodas de la renovación de personas o cargos. No en vano lo que está en juego es la propia supervivencia de esta opción política.