30/5/15

EXCLUSIÓN Y FRENTISMO

Destacados dirigentes del PSOE y del PP alzan sus engoladas voces para declararse <no-frentistas>, como si, pese a los sacrificios exigidos, fuera pecado mortal posicionarse contra aquellas ideologías -y sus portadores- que han traído y mantenido la crisis, y provocado una creciente fractura entre honrados-pobres y ricos-sinvergüenzas; y ellos, los alérgicos al frentismo, se erigieran de este modo en la encarnación, plena de pureza, de la conciliación poselectoral y del progreso postraumático.

Cuánta ceguera. O cuánta hipocresía removiéndose en las viejas cáscaras de lo políticamente correcto.

Excluir (esto es, desterrar al corrupto de la vida social y económica dignificando con ello nuestras instituciones, batallar contra la desigualdad en tanto vector unidireccional que impera en las relaciones sociales y, en suma, construir un país justo, equilibrado y solidario), supone la más adecuada de las actitudes en este momento histórico crucial. De hecho, constituye el fundamento vertebrador del nuevo tiempo político que España acaba de estrenar.

El mito de la democracia integradora en lo universal es, aunque cueste creerlo, el postulado sobre el que se asienta el capitalismo salvaje que nos devora mediante crisis expansivas, pobreza estructural y guerras que nunca acaban porque son razias encubiertas. Una democracia que se lo traga todo, se traga también la excrecencia.

Por tanto, en nuestra época la democracia real debe des-integrar. Es decir, librarse de parásitos, emanciparse de la mentira, la demagogia y el cinismo. Se entiende sin violencia, claro está, únicamente con la fuerza de los votos, de la ley y de la honradez de nuestros gestores.

Tal es, a mi parecer, el nítido mensaje del <frente social> conformado a raíz de la crisis, consecuencia directa de ella y probablemente, si no su solución total, al menos el planteamiento que reviste mayor legitimación.

Pero los tibios <no-frentistas>, con sus hiper-medidos discursos eclécticos, prefabricados ad hoc por burócratas de la partitocracia, persisten en hacer cábalas en términos de conservación de cuotas de poder, y se niegan a admitir y, por tanto, a interpretar, que las fuerzas sociales que por fortuna han emergido vienen para quedarse.

No es un problema de pertenencia a castas. No es un encontronazo entre generaciones. Es simple y enfermiza insensibilidad.

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