15/4/15

ACECHA LA GUADAÑA


No estoy seguro de llamarlo paz.
Tampoco es distanciamiento frío, todo lo contrario:
mis venas arden consumidas por el fuego de la rabia.
Y necesitan agua, el caudal de un río,
mareas de estuarios que no mueran.

Entonces busco el manantial que brote de adentro,
profundidad a la que aspiro
para mantener a flote la mirada
aunque los océanos también provoquen miedo.

Débiles como pétalos bajo la lluvia,
construimos fortalezas frente al dolor que nos asedia,
ese ejército invencible, invisible y silencioso.
Tan antiguo como la edad
y las primeras preguntas que nos hicimos.
Tan letal como, en el fondo, son los nacimientos.

Sobrevivir en lo posible al sabor amargo es el destino.
Al drama perseverante sobrevivir.
Al dardo envenenado sobrevivir.
Sobrevivir a la insensatez inútil
y a la culpa que no es tuya.
Y matar sin piedad. cual asesino bondadoso,
todas las excusas.

Un pájaro canta en la quietud de la madrugada
y es como un milagro.
Vienen a mi memoria los juegos de la infancia.
Guión, escenario y desenlace me pertenecen.
Y el amor que actúa y se expresa ayuda tanto...

Hoy, el mundo no me importa.
Lo juro y mil veces lo juro.
Mañana no será ningún porvenir.
Ahora la rutina era el auténtico diamante.
El tiempo se ha detenido,
las horas duras como piedras y presagios.

Acecha la guadaña.
Oscuridad, violencia sin ruidos.
Vientos.
Y acechará por siempre,
aunque haya remedio.
Lo sé porque estoy vivo.

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