El capitalismo llevado a sus
extremos, que se ha implantado con más fuerza que nunca, es un sistema sin
alma, sin compasión. Nos deshumaniza. Nos pervierte. Nos regresa a nuestra
condición de primates.
La historia es la siguiente: una
trabajadora joven, con hijos a su cargo, sufre en el puesto de trabajo una
repentina y peligrosa subida de la tensión arterial. No puede marcharse en
seguida. Espera durante una hora a que un compañero la sustituya. En el
hospital, el médico que la atiende en el servicio de urgencias le advierte del
riesgo que corre. Administra los fármacos adecuados y aconseja unos días de reposo antes
de someterla a revisión.
La trabajadora de esta historia
real telefonea a la empresa cuando se siente un poco mejor para comunicar que
le han cursado el parte de baja médica. Cumpliendo órdenes estrictas del jefe,
una voz impersonal, fría, distante, le contesta antes de colgar: no estás de
baja médica; estás despedida.
Con la reforma laboral de Rajoy
esta trabajadora, que nos simboliza a todos los asalariados, apenas tiene
derechos que la asistan. El empresario puede prescindir de ella pagándole una
indemnización misérrima, pues en un contexto de relaciones laborales precarias
su antigüedad no da para más.
Abran los ojos de par en par quienes no conocen los vericuetos de la ley capitalista: aplicando el marco jurídico vigente este despido no es nulo. La salud del trabajador no cuenta, no vale. Lo que importa es el vasallaje, la eficiencia empresarial, el rendimiento. Lo que cuenta es que te revientes para cobrar un sueldo que te permita sobrevivir. Es un círculo vicioso, insertado en el pútrido ADN del sistema.
Abran los ojos de par en par quienes no conocen los vericuetos de la ley capitalista: aplicando el marco jurídico vigente este despido no es nulo. La salud del trabajador no cuenta, no vale. Lo que importa es el vasallaje, la eficiencia empresarial, el rendimiento. Lo que cuenta es que te revientes para cobrar un sueldo que te permita sobrevivir. Es un círculo vicioso, insertado en el pútrido ADN del sistema.
Sobrecogedor, ¿verdad?
Ahora contrasten cuanto acabo de
describir con los otros “sobre-cogedores.” Estoy convencido de que me entienden
si parto en dos ciertas palabras. Blanco sobre negro, comparen la pesadumbre de
la trabajadora anónima de esta historia con la ejecutoria canalla de los
políticos corruptos.
Compárenla con las contabilidades-B y con el dinero negro
que viene y va, a escondidas, de mano en mano, para destinarse el
enriquecimiento egoísta y al soborno.
Compárenla con las medidas de austeridad que ha impuesto nuestro Gobierno (elegido por voluntad popular, para eso vivimos en democracia).
Compárenla con el vacío insustancial en que han sucumbido los que antes proclamaban sus valores izquierdistas.
Compárenla con la necedad, prepotencia e inutilidad que se ha instalado en las instituciones democráticas, haciendo de este país tan sobrado de patrioteros una pura desintegración.
Compárenla con las medidas de austeridad que ha impuesto nuestro Gobierno (elegido por voluntad popular, para eso vivimos en democracia).
Compárenla con el vacío insustancial en que han sucumbido los que antes proclamaban sus valores izquierdistas.
Compárenla con la necedad, prepotencia e inutilidad que se ha instalado en las instituciones democráticas, haciendo de este país tan sobrado de patrioteros una pura desintegración.
Repugnante, ¿verdad?
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