2/2/13

SOBRE-COGEDOR



El capitalismo llevado a sus extremos, que se ha implantado con más fuerza que nunca, es un sistema sin alma, sin compasión. Nos deshumaniza. Nos pervierte. Nos regresa a nuestra condición de primates.

La historia es la siguiente: una trabajadora joven, con hijos a su cargo, sufre en el puesto de trabajo una repentina y peligrosa subida de la tensión arterial. No puede marcharse en seguida. Espera durante una hora a que un compañero la sustituya. En el hospital, el médico que la atiende en el servicio de urgencias le advierte del riesgo que corre. Administra los fármacos adecuados y aconseja unos días de reposo antes de someterla a revisión.

La trabajadora de esta historia real telefonea a la empresa cuando se siente un poco mejor para comunicar que le han cursado el parte de baja médica. Cumpliendo órdenes estrictas del jefe, una voz impersonal, fría, distante, le contesta antes de colgar: no estás de baja médica; estás despedida.

Con la reforma laboral de Rajoy esta trabajadora, que nos simboliza a todos los asalariados, apenas tiene derechos que la asistan. El empresario puede prescindir de ella pagándole una indemnización misérrima, pues en un contexto de relaciones laborales precarias su antigüedad no da para más.

Abran los ojos de par en par quienes no conocen los vericuetos de la ley capitalista: aplicando el marco jurídico vigente este despido no es nulo. La salud del trabajador no cuenta, no vale. Lo que importa es el vasallaje, la eficiencia empresarial, el rendimiento. Lo que cuenta es que te revientes para cobrar un sueldo que te permita sobrevivir. Es un círculo vicioso, insertado en el pútrido ADN del sistema.

Sobrecogedor, ¿verdad?  

Ahora contrasten cuanto acabo de describir con los otros “sobre-cogedores.” Estoy convencido de que me entienden si parto en dos ciertas palabras. Blanco sobre negro, comparen la pesadumbre de la trabajadora anónima de esta historia con la ejecutoria canalla de los políticos corruptos. 

Compárenla con las contabilidades-B y con el dinero negro que viene y va, a escondidas, de mano en mano, para destinarse el enriquecimiento egoísta y al soborno.

Compárenla con las medidas de austeridad que ha impuesto nuestro Gobierno (elegido por voluntad popular, para eso vivimos en democracia).

Compárenla con el vacío insustancial en que han sucumbido los que antes proclamaban sus valores izquierdistas.

Compárenla con la necedad, prepotencia e inutilidad que se ha instalado en las instituciones democráticas, haciendo de este país tan sobrado de patrioteros una pura desintegración.

Repugnante, ¿verdad?

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