27/11/12

A PROPÓSITO DE ELLA



Me han contado dos hechos lamentables que conciernen a un mismo lugar. Tres pirómanos han asaltado un local de copas y le han pegado fuego. Los daños son cuantiosos y el establecimiento tardará tiempo en volver a abrir sus puertas. ¿Hecho casual o se esconde alguna motivación exacta detrás de este acto vandálico?

Pues si de motivaciones se trata, largo habría que reflexionar acerca de la camarera de veintisiete años que trabajaba en ese local de copas y que, con apenas horas de diferencia a que ardiera en llamas, se quitaba la vida.   

Recuerdo que hace muchos años, en el bachillerato, el profesor de literatura nos mandó escribir un cuentecito que versara sobre la violencia. Relaté la crónica de un suicidio. Mi intención era demostrar que la violencia también se da contra uno mismo.

Experimenté cierto impacto la primera vez que leí la opinión de una experta psicóloga respecto del suicidio. Argumentaba que es la trágica e inevitable resultante cuando nuestro verdadero “yo” no puede brotar a la superficie en las condiciones que necesita, arremetiendo desesperada y letalmente, sin perdón, contra su propia existencia.

Siempre pensamos que no nos ocurrirá a nosotros. Quiero decir: el que peligre tu medio de ganarte la vida o el que la vida misma te haya llevado a un callejón de muros tan altos que no sabes salir. Pero estamos vivos, y eso significa que también nos puede sorprender el drama. De hecho, siempre nos sobreviene alguno que otro. En un bar de carretera, una mañana invernal, oí murmullar a un parroquiano que arrastraba su cansancio, que libres, lo que se dice realmente libres, eran los peces en el mar y los pajarillos en el bosque. No había síntoma alguno de borrachera en aquel hombre. Venía a tomarse un café caliente después de pasar la noche en vela junto a su madre, que estaba ingresada en el hospital gravemente enferma.

¿Hasta qué punto se relacionan las patologías sociales y las personales? ¿Son entidades separadas o caminan estrechamente unidas? ¿Nos conformamos con trazar esa disección que las distancie, recurriendo a dios, a la casualidad o al fatal destino cuando no hay sentido posible en las cosas negativas que suceden? ¿O nos adentramos un poco en el miedo y nos damos cuenta, de una vez y para siempre, de que la mente nos gobierna o se descontrola en todos los ámbitos donde nos hallemos?

Hay puentes muy sólidos enlazando la conducta de las mentes trastornadas con el medio social en que desenvuelven sus dueños. ¿Podremos algún día venidero darnos verdadera cuenta de que toda vida, toda forma de riqueza y de respiración cuyo proceso de gestación no nos dañe, merece un altar en este mundo?  

Ignoro las motivaciones concretas y definitivas que explicarían los hechos a los que he aludido. En el runrún de las noticias y los comentarios todo cabe. Dicen que han podido asestar un golpe de muerte al local. Dicen que la camarera era una mujer hermosa. Ambos sucesos serán investigados. Tal vez la verdad nunca será hallada. Pero, aunque permanezca oculta, vivimos a propósito de ella.       

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