Últimamente
miro como un loco las cosas que (me) pasan. Debe ocurrirle a mi mirar que se
tuerce mientras se rehace en la contemplación, esa tortura que es a un tiempo
regocijo podrido, musa tirana y desafiante, imagen ilusoria, delusoria. Aliento
y sequedad.
A
veces da grima haber nacido tan complejo como el mecanismo sublime del alambre:
cuanto más tenso, más doliente y funcional. Raya el espanto saber –el
conocimiento mata- que con semejante material se fabrican las púas y se cierra
el perímetro de las cárceles y de los corazones lastimados. ¿Ojos sensibles o
mundo hostil?, me pregunto. ¿O tal vez mezcla explosiva de ambas cosas, bomba casera
de relojería bajo el cubrecama a punto de explosionar, una conmoción de la
razón cuando se quiebran las ilusiones?
La
vida puede ser insufrible, pero prefiero que me lo digan con música y verso,
porque la papilla entra más fácil, con una dosis suficiente de anestesia, es
decir, de caducidad. Es otra forma de tomar conciencia de que una regla
inexorable rige la existencia humana: cuando hay una mínima esperanza, hay un
máxima de preocupación, de neurosis y de hundimiento. ¿Cómo romper este círculo
vicioso, viscoso, infernal? De ninguna manera, pues para combatir y abrogar esa
regla suprema no hay otras reglas disponibles, excepto las que te inventes
sobre la marcha trajinando con la inercia y la mentira, luchando agotado contra
ellas.
Escribo
estas líneas de madrugada (¿perfectamente?) lúcido. Traicionera es la noche.
Una auténtica hija de la gran puta que no tiene parientes, sino clientes,
Narcisos desesperados que la llaman a gritos y luego se asustan ante sus
requerimientos, reyezuelos es pos de un nuevo y reluciente trono de adobe.
Solitarios todos. Cuando cae la oscuridad ni eres filántropo, ni filósofo, ni
poeta. Ni oficinista aplicado, ni páter familias vocacional, ni parturienta en
el trance milagroso y agonizante de romper aguas. Te reduces a lo insoportable:
tú mismo en un mundo inconcebible, cínico, injusto. Un sobreviviente.
Eres,
pues, –tengamos un poco de indulgencia- lo más parecido a una hoja con los
nervios muertos que hace tiempo se desprendió del frondoso ramaje, y, aunque
diminuta, tiñe con el color del otoño los senderos del parque que el poderoso
pretende clausurar para construir un ingente centro comercial, un complejo
deportivo-recreativo. O saunas como hogueras húmedas donde uno quemarse
eternamente.
Quizás
no venga a cuento. O quizás sí. En uno de sus célebres discos, el grupo
británico Depeche Mode versionó a ritmo lento una canción que lanzaron al
mercado en 1990. Su título es <Clean>, limpio. El resultado es bellísimo,
una oración que se reza en los altares de los iconoclastas para suplir las
vacantes que dejaron los ídolos destronados, destrozados. La estrofa final dice:
A medida que pasan los años todos los
sentimientos internos se enredan y giran. No aconsejo ni critico. Sólo sé lo
que me gusta con mis propios ojos. Algunas veces.
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