20/11/11

Y LLEGÓ EL DÍA


Y llegó el día de la festividad pagana. Y ya nada puede ocultar que el enorme desafío al que se enfrenta la democracia consiste en algo elemental: no puede pedirle al ciudadano medio por más tiempo que se resigne a un retroceso de sus derechos mientras unos pocos privilegiados acaparan y devoran los recursos con el beneplácito de un sistema de convivencia y de unos gobernantes en su cúspide que contribuyen a perpetuar las desigualdades sociales.

La democracia auténtica no quiere a los ricos en el paredón. Tampoco a los hambrientos cargando fusiles de venganza. En realidad, la democracia auténtica pretende que tengamos hambre de conocimiento y de coraje para construir una sociedad más equitativa; pretende que seamos ricos en valores netamente humanos, no mercantilistas, porque está en su esencia corregir los desequilibrios sociales que vienen arrastrándose desde tiempo inmemorial. No se trata de una utopía; se trata, sin duda, de un paradigma que urge reverdecer porque está destinado a revolucionar nuestro modo achatado, egoísta, empobrecido, de pensar y de actuar.

Todos somos hijos de un dios desterrado, lacrimoso. Está escrito en la razón de las cosas que debemos asumir de una vez este origen menor. Ni los reyes que se eternizan, ni la casta dirigente que ha crecido al calor de las libertades políticas para profesionalizar la mediocridad y el cinismo, ni siquiera los ciudadanos que nos habíamos lanzado al frenesí consumista y que ahora asistimos perplejos al derrumbamiento de la ilusión, largamente anhelada, de un mundo cimentado sobre la concordia y la humildad, estamos exentos de una responsabilidad primigenia: combatir la penuria inherente a la realidad a fin de transformarla en un entorno soportable. En la edad adulta de individuos y civilizaciones, la vida carece de otro sentido. Aunque adores a divinidades, aunque rindas pleitesía al Becerro de Oro, o a ambos a la vez en el colmo de tu hipocresía, siempre te toparás con el mismo muro existencial: el cielo no te pertenece, no lo puedes todo.   

Me alegro de que la crisis esté llevándose por delante a ciertas élites políticas que falsearon sus idearios, que cultivaron la demagogia con obscenidad y que hicieron del ejercicio del poder un ejemplo de calamidad pública. Pero no puedo sonreír ante la dominación tentacular que nos imponen los testaferros de la estructura ideológica causante del hundimiento económico que, de la noche a la mañana, se cierne sobre nuestra supervivencia cotidiana.

Acudiré a votar. Llevaré hasta la urna la constatación de que alguien se ha empeñado en robarnos la alegría de vivir y se jacta de su proeza. Pero no hagan caso a mi sentimiento de profunda decepción que se bifurca en todas direcciones, como un bucle que regresa punzante a su dueño, porque no tengo derecho a transferir mis desengaños y porque hay una esperanza. Debe haberla, hemos de encontrarla. Rastreo adrede por mi biblioteca en pos de su hallazgo. Y ahí está, entre libros que hablan de las raíces de la vida. Es una cita olvidada de Eric Fromm: “Los grandes dirigentes de la especie humana son aquellos que han despertado al hombre de su sopor. Los grandes enemigos de la humanidad son aquellos que la adormecen.” Pregunto, pues: ¿has dormido bien, votante?   
     

1 comentario:

Miguel Martin dijo...

Acudiré a votar, pues, amigo mío, un abrazo fuerte entre muchos ayudaría a conseguirlo.