En el pasado siempre es de noche. Quien quiera
entristecer no tiene más que recordar la sombría nocturnidad de su pasado. Pero
el psicoanálisis aborda, sobre todo, el pasado. Y no un pasado cualquiera. Es
la historia personal la que queda al descubierto.
¿Cómo renunciar al tiempo ya transcurrido y a las
vivencias que nos trajo? Es imposible. ¿Cómo no resignarse a que somos
criaturas en proceso de maduración, cuyo final es la muerte de tu ser único? Es
cierto que debería vivirse en el presente. En el aquí, en el ahora. ¿Pero cómo
olvidar la herida, si fue profunda? ¿Cómo no experimentar la parálisis que
genera el miedo?
En esto consiste el trabajo de duelo: hemos de
aceptar, por principio, que nos siempre es bueno lo que nos sucede. Tampoco lo
que nosotros mismos provocamos ni siquiera con las mejores intenciones. En el
fondo la vida es canallesca, o cuanto menos una burla a nuestra voluntad; y es
patética, la tragedia infinita, histórica, cuando queremos imponerla a costa de
lo que sea.
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