31/10/11

HUYE EL VAGABUNDO (Fragmento de la novela "Cautivo")

¿Qué ruego, qué imploro? Dadme aquello que es como la espuma, lo que aspira a hacerse eterno y es efímero. Dadme quietud, desvanecimiento. Pues yo me basto y me sobro para amasar mis vértigos, y para que mis dedos, como garfios, hurguen por los descosidos hasta hacerlos definitivamente roturas. Dadme lo que no se puede reivindicar ni siquiera orando o con la mirada suplicante, pues soy irresponsable, traidor, fiel a la caricia. No merezco vuestro desprecio, no os lo he demandado. Os pido que me améis, pues yo sé amar. Sé amar como se ama cuando no se destruye. Sé amar cuando se ama siendo humano, esclavo y fugitivo a la vez. Cuando no hay exigencia ni vigencia. Sé amar en la espera, en la podredumbre, en la opulencia. Sé amar yéndome y quedándome, en el símbolo y en el desgaste; cuando hay demasía y cuando se miden los cariños como si fueran bienes fungibles con los que está prohibido comerciar, y no obstante se comercia y sientes asco. Sé amar porque tengo la firme convicción de que dudo. Porque sólo amando me engrandezco.
Pero también tiemblo. Soy mi voz en grito y su mutilación. Soy el que aún resiste aquí, en el cautiverio, insomne y lúcido, temeroso de que me invada la locura de seguir amándote, mi Natalia. Soy el que se elevaría si a los costados le adhirieran alas de gelatina. Un pájaro posándose tras el vuelo contra el viento; el Ícaro que en su huida de acróbata cae derretido, como el granizo, y con el corazón estallando en una sola pavesa, yo sería. El danzante. Pero soy también el frío, una resta, un dios acribillado.
No hay más. Uno coge retazos del mundo, desperdicios que fueron vivencias, episodios que hayan extrañado, asustado, conmovido. Y con paciencia y rubor, con vacilación y sin armas los hace palabras. No hay más. Serán escritas sobre el papel arrugado como exclamaciones y hambres, o amontonadas en el mutismo, en el tumulto, como vírgenes temerosas que presienten la intimidación amenazante del violador. Pero no hay más utensilios que la inanición y las palabras.
Yo podría ser el artesano con las manos llenas de barro. El ingeniero calibrando ángulos, cimientos, ante el puente que se derrumba tras el bombardeo. El cartógrafo frente al mapa de un país en llamas. El juez crédulo sin normas morales que aplicar, ansioso de redactar sentencias. Pero no soy más que poeta, porque no tengo más que palabras. Y hay que seguir sorprendiéndose con ellas, viviéndolas. Hay que seguir narrando. No hay más. La vida es el cuento que nos contamos, la brevedad acuciante que se acerca, menguándonos, troceándonos. Nunca habrá una biografía satisfecha. Siempre habrá un filón que se nos escape, que no sea verdad, que no nos pertenezca. Nunca sabremos las claves que rigen nuestras emociones. No hay más, pero hay que resolver una constante ley de la probabilidad: estamos vivos, pero podríamos no estarlo.

1 comentario:

Daniel Eduardo Gómez dijo...

- Number One - Ojalá

Simplemente un artesano
enhebrando collares con palabras
En la feria de escritores y poetas.

Tamally maak