25/10/11

DELFOS ENTRE NOSOTROS

Cuenta la leyenda que en el pórtico del templo de Delfos, erigido por los griegos en honor del dios Apolo, había esta inscripción: “Sé, ten mesura y conócete a ti mismo.” Aún se conservan las ruinas de aquel santuario donde tenían lugar ceremonias y ritos proféticos. De todos los oráculos que hubieron de ser pronunciados por las sacerdotisas vírgenes que custodiaban el recinto sagrado, el que acabo de transcribir resume el sentido de la existencia humana.

Es imposible “ser” si no tenemos mesura. Y es imposible ser mesurados si todo lo ignoramos de nosotros mismos. Pero no es tarea fácil atreverse a abrir el desván polvoriento. Se requiere necesidad, coraje y estar dispuesto a asumir dolor y vacío.

Tener mesura es renunciar a la omnipotencia. El ser humano, pese a las maravillas técnicas que son fruto histórico de su ingenio y de su adaptación al entorno, es todavía una criatura débil, fragmentada, pero deseosa de poder. Y, por paradójico que pueda parecer, este anhelo incontrolado de poder retroalimenta la debilidad. La historia pasada y presente está borracha de ejemplos. Cuanto más poder ansía acaparar una persona, mayor es la debilidad interior que trata de esconder. Este rasgo se manifiesta a menudo, con ropajes de violencia y de maltrato psíquico, en todos los ámbitos de la vida cotidiana: familia, trabajo y aun las relaciones de pareja están contaminadas por sus perjudiciales efectos.

Renunciar a la omnipotencia y a los juegos maquiavélicos que se urden en su nombre precisa de un ejercicio de humildad. Ahora miremos a nuestro alrededor y respondamos sinceramente a esta pregunta: ¿propicia nuestra cultura -consumista, prepotente, envanecida- que la humildad sea un valor básico de convivencia?
Humildad no es sinónimo de humillación. Todo lo contrario: quien es auténticamente humilde no se deja humillar. Quien es verdaderamente humilde pugna por ser respetado y por respetar a los demás. Intenta, al menos, no causar daños inútiles. Y se defiende cuando toca, porque ser humilde no significa ser mártir de ningún credo.

Muchos siglos más tarde de la construcción del Templo de Delfos, Freud, que no era precisamente humilde, retomó la inscripción del pórtico y dándole un enfoque novedoso, brutal, elaboró sus teorías psicoanalíticas. Ha transcurrido más de una centuria desde las investigaciones del psiquiatra vienés. Muchos de sus postulados han sido revisados, superados. Pero no deja de sorprenderme el hecho de que Freud, con astucia y valentía, y pese a sus excentricidades narcisistas, pusiera el dedo en la llaga y nos obligara a empezar a comprender: hay un profundo malestar en la cultura creada por los seres humanos. Y es posible que no tenga cura.

Conocerse a uno mismo es asumir que el origen social nos predetermina; que la familia no debe sacralizarse; que toda forma de idolatría esconde un vasallaje; que la vida es un vacío y podría no serlo si pusiéramos nuestra inteligencia y la intención al servicio del hombre, y no al de su destrucción; que la soledad eres tú y el amor es el otro. Y que el otro, en el fondo, es tan frágil como tú.         
           

4 comentarios:

Bárbara Himmel dijo...

Lo he compartido en google +,espero no te moleste,y haré lo mismo en fb!!..
Eres bueno!!!
un besote!!

MORGANA dijo...

VENGO DEL BLOG DE BALI Y ME HA ENCANTADO ESTA SABIA ENTRADA.MUY BUENA Y TOTALMENTE DE ACUERDO.
DEBERIAMOS MIRARNOS MENOS EL OMBLIGO Y MAS AL PROJIMO.
SALUDOS.

Daniel Eduardo Gómez dijo...

WOW. Espectacular en lo tuyo
Te sigo desde ahora...

Tamally maak

MORGANA dijo...

Si no te importa te sigo.
Besos y gracias.