30/3/12

MARGIN CALL


El sistema capitalista crea su propio argot, tan enigmático como los ciclos lunares. Y probablemente igual de peligroso. “Margin call” es la expresión que designa el margen de garantía o ajuste de una operación financiera. Pero también es el título de una extraordinaria película que apenas ha sido distribuida en las salas de cine españolas. Su atento visionado, sin embargo, proporciona un eficaz y fidedigno perfil psicológico de los gurús del mundo de las altas finanzas y del precario estilo de vida que el capitalismo extremo impone al ciudadano medio.

La película recrea el día en que Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión más potente de los EE.UU, se vio abocado a la quiebra aquel lejano 15 de septiembre de 2008, iniciando la mayor recesión conocida desde el crack de 1929, cuyo desenlace final aún no se vislumbra.  

La trama es sencilla, pero opresiva. La crisis empezaba a dar sus primeros zarpazos cuando un joven analista descubre que los llamados títulos MBS, principal fuente de transacciones de la firma, van a perder todo su valor. Los MBS eran una forma sofisticada de prolongar el negocio, ya por sí temerario, que se inició con la concesión de hipotecas subprime. El banco concedía una hipoteca de riesgo pero, para obtener aún más beneficio, vendía ese riesgo en forma de título garantizado con la hipoteca a cambio de una elevada rentabilidad. El problema consistió en que fallara lo elemental: el abono de las cuotas por el obligado hipotecario, algo previsible a medio plazo porque la concesión del crédito se realizó relajando en exceso las garantías de pago.

Cuando el joven analista expone la cruda situación a sus superiores, el pope del banco de inversión –papel que interpreta magistralmente el actor Jeremy Irons-, decide lo más lucrativo: socializar las pérdidas e individualizar la ganancia endosando al mercado todos los activos MBS, pero ocultando a los anónimos inversores que, en realidad, están comprando pura excrecencia. Así funcionan Wall Street y sus vastaguitos europeos y asiáticos: siendo el primero, el más listo y el más cínico a la hora de cargar los quebrantos a los demás, sean quienes sean.    

Hay varias escenas inolvidables que dejan espacio para la reflexión. Y entonces todo trasciende del engranaje de los circuitos financieros para entrar de lleno en la oscuridad de la psicopatología. Así, dos altos ejecutivos montados en un ascensor que, en lenguaje críptico y forzado, tratan de responsabilizarse el uno al otro por lo sucedido. Y en mitad de ambos, empequeñecida y entrañable, la limpiadora del turno de noche que ignora la debacle que está a punto de explosionar. Así, el sangrante discurso final de Jeremy Irons al único directivo de la firma que ha mostrado una pizca de humanización. Irons cita de memoria, una por una, todas las crisis a las que por ciclos inexorables nos ha arrastrado el sistema capitalista desde su germinación, allá por el siglo XVIII. “Siempre habrá peces gordos y perros hambrientos”, sentencia. Da asco verle comer mientras, como un usurero, anota en una hoja de papel los beneficios que obtiene con la operación.

Lehman Brothers, el banco real, cierra su proceso de quiebra en estos días. El agujero asciende a 638.000 millones de dólares. Los acreedores han tenido que aceptar una quita del 85%. Y nuestra vida, desde aquel lejano 15 de septiembre de 2008, no hace sino empobrecerse.
          

No hay comentarios: