Una de esas noches que el viento ruge
como un león hambriento y evanescente.
Y alza espadas grises en el agua.
Ya no recuerdo tu presencia;
se llena de cristales y de humo mi cuerpo.
Una de esas noches en que no hay
más verdad que la duda,
ni más duda que mi alma temerosa.
No hay más miedo que el amor que puedo darte.
Tus piernas desnudas me acobardan, pobre de mí,
que me arrebato tu alimento.
Una de esas noches que el viento ruge
como un león que aúlla el hambre.
Por eso imploro a tus dioses que me concedan
la gracia de entrar en ti y no separarme.
Posternado les ruego que me enseñen a amarte
cuando no hay luces ni poniente.
A ti, mujer, te lo debo.
Esta oscuridad de mi ser te pertenece.
como un león hambriento y evanescente.
Y alza espadas grises en el agua.
Ya no recuerdo tu presencia;
se llena de cristales y de humo mi cuerpo.
Una de esas noches en que no hay
más verdad que la duda,
ni más duda que mi alma temerosa.
No hay más miedo que el amor que puedo darte.
Tus piernas desnudas me acobardan, pobre de mí,
que me arrebato tu alimento.
Una de esas noches que el viento ruge
como un león que aúlla el hambre.
Por eso imploro a tus dioses que me concedan
la gracia de entrar en ti y no separarme.
Posternado les ruego que me enseñen a amarte
cuando no hay luces ni poniente.
A ti, mujer, te lo debo.
Esta oscuridad de mi ser te pertenece.